Fonelas P1: dos millones de años entre los dientes de las hienas
Un clan de hienas encuentra el lugar perfecto para su guarida. Sobre el margen de un meandro abandonado que discurre hacia el río Fardes, controla el tráfico de una extensa llanura de suelos fértiles, frondosas cubiertas vegetales y cómodas zonas de sombra. Aquí, en Fonelas -Cuenca de Guadix, Granada- la comida abunda todo el año: es tan fácil como despertar cada mañana y observar el vuelo de los buitres. Los grandes felinos se encargan ¡claro! de la muerte de sus presas. Los expertos carroñeros saben esperar y arrastrar los cadáveres descuartizados hasta su cubil. Su paciencia es la clave, seguramente, de nuestro propio éxito como especie: con ellas aprendimos a carroñear.
Desde el cubil de hienas vemos, ahí al lado, a unos cientos de metros, como un tigre con dientes de sable (Homotherium) caza a una cría de elefante (Mammuthus). La madre intenta hacer frente al tenaz félido aún cuando un mordisco letal había acabado con la vida de su hijo. Pronto llegan lobos primitivos para hacerse con parte de la pieza; se acerca una hiena gigante y por cleptoparasitismo (lucha) le arrebata lo que queda del elefante. Mientras, en el propio basurero, las crías de hiena juegan con huesos roídos, esparcidos por el suelo…
Las hembras adultas observan la llegada de un gran macho con medio cuerpo del mamut infantil. Muy pronto, el grupo se reparte los despojos. Lo hacen entre un amasijo de restos óseos de grandes mamíferos. El espectáculo nos deja “petrificados”.
Dos millones de años después, el basurero permite recrear con detalle el ecosistema en que la vida se abría paso en un comprometido momento climático. La Estación Paleontológica Valle del Río Fardes (EPVRF) es una colosal fuente de Conocimiento, una especie de “Hotspot” paleobiológico que conecta el pasado pretérito con el tiempo futuro. Pasa por el presente.
La historia volvió al principio de la mano de un labriego. Gilberto Martínez se tropezó, en el año 2000, con el registro fósil más completo del inicio del Cuaternario (hace 2 millones de años). Está en Fonelas, en la Cuenca de Guadix, Granada. Gilberto sospechaba que alguno de los huesos que aparecían desnudos ante sus ojos no pertenecían a animales recientes…
Los fragmentos que se encontraron con posterioridad, permitieron interpretar un instante del pasado que estaba construyendo el futuro. Justo cuando nuestros antepasados del género humano abandonaban África para emprender un largo viaje, algo ocurrió en el Sur de la Península Ibérica que se nos había escapado. Ahora está al descubierto.
De vuelta a casa
Alfonso Arribas es un investigador – paleontólogo- empeñado, desde que examinó los primeros huesos fósiles proporcionados por Gilberto, en devolver hasta el último detalle del conocimiento “excavado” a la sociedad. Fonelas es un yacimiento de transferencia social: retorna, como el pasado remoto, al territorio. En noviembre de 2013, una instalación inocua para el medio ambiente, transparente, inauguraba una nueva forma de proteger y comprender los ecosistemas en los que, seguramente, nos hicimos humanos.
En 2001, la primera campaña de excavación en Fonelas P-1 -uno de los sesenta yacimientos localizados en el área por el equipo del IGME- superó con creces cualquier previsión: Los 500 restos fósiles cartografiados – 20 géneros de grandes mamíferos y 7 géneros de micromamíferos- acreditaban la magnitud del hallazgo. Desde entonces, Fonelas P-1, es el único registro fósil de ésta cronología en el continente europeo que ofrece una lectura fidedigna del ecosistema de grandes mamíferos. Atapuerca y Orce, por ejemplo, derivan de este ecosistema primigenio.
Las campañas de excavación -sólo cinco en catorce años- arrojan datos sorprendentes, inesperados. La riqueza faunística, por su variedad, describe el Sur de la Península Ibérica como un auténtico edén al comienzo del Cuaternario (Pleistoceno inferior basal). En ese “paraíso” ecológico habitaron los primeros pobladores humanos de Europa. Además, Fonelas, aporta información sobre otro hecho extraordinario: la coexistencia de especies autóctonas con otras cuyos linajes son oriundos de África y Asia. La presencia conjunta en el espacio y el tiempo de estas faunas acredita la existencia de importantes dispersiones faunísticas a lo largo del Viejo Mundo en las que pudo ¿por qué no? estar implicado el género humano. El equipo dirigido por Alfonso Arribas, sospecha que algunos de los animales no cruzaron el Estrecho a nado. Es más, están convencidos que quién asegura que esto fue así, no ha realizado una evaluación ponderada de los datos. Hasta hoy, la mayoría de los datos geológicos no estaban encima de la mesa.
Algo se nos escapó. Hemos visto que la configuración submarina de parte de El Estrecho de Gibraltar, en el Arco de Tarifa, es subaérea, es decir, es un tipo de modelado de paisaje que se hizo por encima del agua. El fondo marino no tiene una geomorfología hecha exclusivamente por corrientes marinas, tiene una morfología básicamente producida en la troposfera. Estamos a punto de cerrar la investigación. Si probamos nuestra hipótesis, El Estrecho servirá para reinterpretar la primera salida de faunas de África y la llegada de distintas especies por ejemplo, a estas latitudes. Alfonso Arribas.
La hipótesis podría revolucionar, dar un revolcón, a las teorías sobre dispersiones conocidas hasta nuestros días. Pero Alfonso Arribas es un tipo extremadamente moderado. Detesta cualquier actitud que realce su protagonismo como investigador. Es prudente, también, a la hora de comunicar nuevos hallazgos y no participa en juegos mediáticos.
Los titulares de Fonelas P-1, resultarían explosivos. Aquello de “los primeros” del mundo en paleontología reportaría, sin duda, pingües beneficios personales y económicos. No es así. Cree que la honestidad se pega de bofetadas con la ostentación y el protagonismo. Fonelas está gobernada por el rigor científico.
Los años en los que las campañas de excavación no fueron posibles por cuestiones de permisos de la propiedad de Fonelas, se aprovecharon para la prospección paleontológica sistemática de la zona. Por fin, en diciembre de 2010, la finca de 25 hectáreas (Fonelas P-1 y su contexto inmediato) pasa a ser de titularidad pública, propiedad del IGME. La Estación de campo, diseñada previamente, se convierte en realidad tangible en 2013. Para entonces, el proyecto científico había ganado, en silencio, muchos años. Fonelas P-1, ya había dado a la Ciencia resultados: identificación de veinticuatro grandes mamíferos – se acaba de sumar el oso etrusco en 2014– y treinta y cinco especies de animales en total. En aquel pretérito paraíso se encontró el origen del linaje de la cabra montés, el fósil del primer lince ibérico o el primer lobo, en sentido estricto, que vive en la Península Ibérica.
¿Quién vive aquí? ¿Quién falta por hacer acto de presencia? ¿Estaremos también «nosotros»?
En este tipo de contexto, ¿qué encontramos? Especies que nacen, poblaciones de especies que nacen, crecen y mueren aquí y ocupan permanentemente la llanura. En el yacimiento hay, por tanto, muchos huesos de animales de esas especies. Las hienas, básicamente, campean por dónde hay comida. Campear no es una opción de analfabetos funcionales: es la opción que nos hizo humanos ¿Por qué es una elección muy razonable? Está claro: no implica riesgo a la hora de depredar, a la hora de matar. Tú no tienes que matar nada. Carroñear no es comerse carne con gusanos, no. Te levantas por la mañana y los buitres te llevan a la despensa. Cualquier bicho muerto hace dos o cuatro horas, es carne fresca del día, con sus paquetes musculares intactos. Luego, la tarea consiste en acarrear al cubil fragmentos de esos animales. Aquí hay huesos de todas las clases de esos individuos que nacían, crecían y morían en lo que es el gran valle fluvial ¿De qué tenemos poco o esperamos encontrar? De los animales que viven en la montaña de la periferia, lo que se llama ademia, es decir, los que no nacieron, crecieron, se reprodujeron o murieron en el contexto paisajístico y ecológico en el que está el yacimiento. Pero si vas campeando y te encuentras animales muertos fuera de la cuenca, te alimentas in situ, y te llevas fragmentos del esqueleto con tejidos musculares a tú guarida. Por ejemplo de una especie adémica, como la cabra montés, tenemos muy poco, de momento. Este animal adémico vivía en un ecosistema asociado al yacimiento, en zonas rocosas, fuera de este paisaje. Se mueven por la periferia, los conocemos gracias a esos encuentros ocasionales. Podríamos seguir enumerando especies, hasta llegar al género Homo que viviría y funcionaría de igual manera que un macaco en este sistema.
El yacimiento paleontológico Fonelas P-1, eje principal de la Estación Paleontológica del Valle del Río Fardes, es una palanca de crecimiento para Andalucía. Investigación, Docencia y Divulgación como fórmula de éxito social y económico. Transparencia y producción científica como resultado. Todo al aire libre, sin nada que ocultar y mucho que aprender.
Para los pacientes lectores que habéis llegado hasta aquí, una confesión personal. Conocí Fonelas en el año 2000. Supe de Gilberto, Alfonso Arribas, Guiomar Garrido, Isabel Rábano y Juan Carlos Gutiérrez cuando el yacimiento era un embrión, aunque llevaba 2 millones de años formándose. Acabo de volver. Ya es una criatura hecha y derecha. Se nota que fue un “parto” deseado y creció al abrigo del calor científico. La implicación de diferentes administraciones -UNIÓN EUROPEA, IGME, JUNTA DE ANDALUCIA, GDR (Grupo de Desarrollo Rural de la Comarca de Guadix) y el AYUNTAMIENTO DE FONELAS- permitió un correcto desarrollo. Las hienas, hicieron lo demás…
PRONTO LLEGARÁ EL LOBO, EL PRIMER LOBO EUROPEO…