Camelias para Maxi
Cuatro días antes de agotar el último aliento, hablábamos de futuro. Maxi, heredero directo del progresismo ilustrado astur, se pasó la vida intentando liberar a su tierra de males tan evidentes como la ignorancia, el trabajo fácil o el desprecio hacia los que nos empujaron hacia el progreso. A mi amigo Maxi le gustaban las madreñas y la boina; tuteaba a Jovellanos, Feijoo, Álvaro Flórez, Agustín Bernardo de Pedrayes…Roberto Frassinelli- el alemán de Corao- y a un pariente suyo, Basilio Sobrecueva, precursor de los modernos emprendedores, maestro relojero.
Con Maxi, descubrí, hace muchos años, un territorio plagado de huellas que, por humildes, pasaban desapercibidas. Cómo eran y cómo se buscaban la vida las gentes de las brañas, los vaqueiros de alzada, cómo trabajaba el pueblo llano, los “pecheros” o las rutas detalladas de los alfareros de Llamas de Mouro, Faro, Miranda o Cangas de Onís fueron algunas de las lecciones magistrales que recibí de Maxi Blanco del Dago. Compartimos tiempo, viajes por las infinitas rutas históricas de Asturias, reportajes para “Panorama Regional” (TVE/Asturias) y, sobre todo, Amistad.
En 1990, más o menos, pensó que sus piezas de barro y cerámica preindustrial, perfectamente datadas y almacenadas, los primeros relojes recuperados de Basilio Sobrecueva- el pariente que un día salió de Coraín para irse a Suiza a empaparse de conocimiento y volvió para montar, en 1872 una fábrica de precisos y revolucionarios relojes en Corao- y los primeros dibujos rescatados de Roberto Frassinelli, bien merecían un espacio en el que pudieran ser expuestos, contemplados por todo el mundo. Cinco años después, sin ayuda alguna, Maxi inauguró el Museo de la cerámica y los relojes de Basilio. Eligió un viejo caserón de Muñío, en la entrada del Real Sitio de Covadonga. Ese espectacular edificio define muy bien el espíritu de su creador: generosidad, perfección arquitectónica, luz, creatividad e innovación. El Museo estuvo a punto de arruinar a mi amigo. Los políticos de entonces le dieron la espalda, nunca creyeron en el altruismo, en la bondad y, menos aún, en la cultura.
Maxi vendió el inmueble, tenía la vista puesta en una obra todavía mayor: la casa de Roberto Frassinelli, en Corao. La pasión con la que hablaba del alemán impresionaba. Siempre pensé que eran dos almas gemelas en aquello del romanticismo desbordante, el amor por el prerrománico asturiano, las bibliotecas, la arqueología, Covadonga, la arquitectura…El Palacio de Frassinelli, condenado político en la Alemania de 1836 y refugiado feliz en Asturias, era el mejor de los lugares para el encuentro Sobrecueva-Frassinelli. Vivirían, además, rodeados de historia, la que cuentan las mas de 2500 piezas de cerámica que Maxi, una a una, salvó de la destrucción para devolverles su nombre y partida de nacimiento.
Blanco del Dago me confesó su decidida intención de donar a Asturias su trabajo de toda la vida: El Museo. También los compromisos adquiridos del, entonces, futuro receptor: El Principado.
A Maxi lo hemos querido tanto que lo echaremos mucho de menos. A Blanco del Dago lo encontraremos, muy pronto, en Corao. Lucharemos por el sueño
que nos ha dejado.
Me interesa saber quien eres?, yo soy la persona que compro el museo a Maxi.Un saludo.