«Hace más o menos un mes visité, por cuarta vez en mi vida ( pero ésta será la última), la Bienal de Venecia. Estuve allí un par de horas, creo, y al salir advertí que a ni uno solo de todos los cuadros, esculturas y objetos que había visto, en la veintena de pabellones que recorrí, le hubiera abierto las puertas de mi casa. El espectáculo era tan aburrido, farsesco y desolador como la exposición de la Royal Academy, pero multiplicado por cien y con decenas de países representados en la patética mojiganga, donde, bajo la coartada de la modernidad, el experimento, la búsqueda de nuevos medios de expresión, en verdad se documentaba la terrible orfandad de las ideas, la cultura artística, de destreza artesanal, de autenticidad e integridad que caracterizaba a buena parte del quehacer plástico en nuestros días» Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo
Mario Vargas Llosa es, entre otras muchas cosas, un excelente fotógrafo de la guerra mediática que sacude, ahora, nuestra civilización. Las bombas cargadas de apaños y negocios te explotan, sin que puedas evitarlo, en cada esquina. Día a día consiguen vaciar tú el cerebro, que aceptes la basura como nutriente esencial para continuar viviendo. Esa dependencia, desgracia o contingencia borra la memoria de los espectadores y “por eso tampoco tienen remordimientos ni verdadera conciencia”
En la parte opuesta, enfrente de la “bienal”, en el punto que mira a otro, en contra y en pugna, te encuentras los “sueños”. Son imágenes de una guerrilla insobornable que busca a cualquier precio la fantasía que encierra el Arte. Jelena Djuric y Alba Escayo viven en la burbuja que les permite apartarse de la realidad inmediata, del medio hipócrita y cómplice que quiere pasar por auténtico.
SUEÑOS…Galería VAEDRO from Bisturi on Vimeo.
Los sueños que se fabricaron en Belgrado, Madrid, Asturias, India, Sicilia… son capaces de apartarse de la “patética mojiganga” sin por ello dejar de analizarla e identificarla. Se exhiben en el corazón de Madrid, en la Galería Vaedro, de la calle Orfila.
El galerista de “enfrente”- muy cerca de la Royal Academy, Vargas Llosa cuenta que descubrió una pequeña exposición que debería ser obligatoria para todos los jóvenes de nuestros días- Álvaro Chávarri, hizo posible que los “sueños” tengan vida y podamos verlos. En esa huida hacia el más allá o más acá, ¡quién sabe!, Álvaro también pintó mientras ellas soñaban. Sus retratos de África te dejan viajar en libertad, con la urgencia de explorar la verdad que se esconde detrás de una mirada.
Cuando ví la noticia del caballo disecado, le pregunté a José Saramago, siempre me interesó su opinión. Aquello de preparar un animal muerto para que conservara la apariencia de cuando estaba vivo, me sorprendió. A Alba, desde entonces, le pedí que nunca disecara un caballo.
Jelena Djuric, Álvaro Chávarri y Alba Escayo
JELENA DJURIC, por SAVA STEPANOV
Jelena Djuric, una joven artista que, a través de su pintura nos convence de que su arte respeta el valioso principio creativo de la “necesidad interna”. Este principio, del que ya Kandinsky habló, afirma la naturaleza tiene carácter en si misma, también la naturaleza de la pintura.
En su abstracción auténtica, la pintura de Jelena, se forma en capas, con pleno respeto a los valores pictóricos del gesto, color y materia. Todo ello da como resultado una estructura sólida y plástica, que crea un efecto sugerente, visual y metafórico.
Esta artista explora la abstracción expresiva. Su objetivo principal es definir la imagen con gestos propios de tal forma que podemos hablar del establecimiento constructivo de la emancipación pictórica. Sin embargo, en su formalismo y gestualismo, su pintura es un concepto que insiste en la relación crítica con la realidad actual del arte, con el mundo, con el tiempo en que la artista vive y actúa en su naturaleza interna, con su fuerza soñadora.
Creo que en el arte de Djuric podemos encontrar la sensación de la unificación del tiempo perdido y encontrado, la reacción a la destrucción de lo logrado, a la restauración de lo que ya se ha desechado.
La reacción a la reacción.
ALBA ESCAYO, por GIOGIA CAPURSO
Alba Escayo indaga con sencillez e inmediatez el variado mundo terrestre con la pasión de un naturalista. Sus pinturas reflejan el paisaje y el mundo de la flora y fauna. En sus cuadros, flores o lugares, expresan el color con trazos menudos, veloces golpes de pincel que te predisponen a la simplicidad y la emoción. Interpreta la cegadora luz blanca como si no quisiese ser verdadera, invadiendo la escena, bloqueándola para cegarla, como en una foto sobreexpuesta. Trae a la tela el recuerdo de las casas blancas de Granada, de las ciudades bañadas de luz, de aquello que se vislumbra en los puentes que atraviesa en sus viajes. Cuenta la historia de sus estados de ánimo. Una narración escrita que Alba Escayo ha interpretado y traducido con gestos muy sencillos, utilizando el elemento más cercano a la naturaleza: el agua.
A menudo, de hecho, comienza a pintar una tela al óleo después de haber esbozado la idea con tinta. Esta técnica le confiere una fisonomía nueva a las imágenes pero, sobretodo, es una perfecta síntesis visual.. Alba Escayo parte de técnicas al agua como la tinta o la acuarela para después detenerse en pequeños detalles que surgen y darles relevancia a través de la expresión de la materia.
Sombras, sobre exposiciones, disonancias cromáticas …vienen dadas por el espesor de color vivo en algunos puntos realizado con pinceladas veloces.
El naturalismo de Alba Escayo , rico y original, le permite transferir a sus obras, a veces sutilmente, a veces profundamente, sus propios estados de ánimo y las intensas emociones de su vida y de sus viajes. Este modo de trabajar el color le permite tratos descriptivos y realistas mezclados con otros más abstractos.
La velocidad en la concepción y realización de las obras es fruto de una sensibilidad perceptiva con la que la artista se apropia fulminantemente de aquello que la rodea. Elabora una realidad paralela , con una coherencia e intensidad tal que se aleja del punto del que partía.
Las obras sobre papel que Alba Escayo desarrolla en serie son todas diferentes, nos llegan como páginas frescas de su memoria. Memoria de un movimiento, de una luz diferente, que se habría perdido de no ser por el papel. Estas obras no son diferentes a las pinturas sobre tela, de hecho poseen un desarrollo técnico y de estilo paralelo al desarrollado en pintura. Se podría decir que en este proceso de maduración la materia tiene en los dibujos más importancia que la línea, convirtiéndola casi en trazo pictórico mientras, al contrario que en la pintura, parece que sigue la dirección marcada por la línea del dibujo. Ambos mundos viven de la tensión compartida entre la representación que parte de la naturaleza y el código propio, alejado de la realidad.
Este proceso de desarrollo que posee Alba Escayo es coherente con su necesidad de continuo estudio.