Los trabajos en las minas de carbón son peligrosos: la atmósfera es explosiva. La “guerra” con los mineros, también. El Gobierno de España y sus interesados aliados (medios de comunicación tradicionales) han convertido un debate sobre el futuro energético de este país en una especie de contienda que tiene por objetivo destruir o arruinar enteramente un sector como resultado de una operación “militar”. Las constantes referencias al carbón como combustible anticuado e inadecuado a las circunstancias actuales, la proclividad de los mineros al combate, la polémica o el “terrorismo” pretenden derrotar al enemigo. La discusión en busca de avenencia, es obvio, no hace al caso.
El lenguaje utilizado por los medios de comunicación tradicionales, en general, en el conflicto minero puede entenderse de varios modos, pero da motivo a dudas, incertidumbre o confusión. Es aquello, en el mejor de los casos, de «sí, pero»…Como ejemplo el logotipo que La Nueva España, diario de Asturias, eligió- mantiene a día de hoy- para su sección sobre el conflicto minero.
El tirachinas que lanza titulares, en sintonía con la opinión que intentan imponer los medios/altavoz de un gobierno- que no de la población- es utilizado por políticos que hablan mucho y vanamente para que el «fuego», la «batalla campal» no se apaguen. El «¿Masivo? ¿Ah sí? ¡Ajá!», ilustra esta tendencia. El artículo publicado por ABC el pasado 14 de julio llega a lo sumo, a la última perfección. Lo firmaTeresa Sánchez-Vaquera- ¿periodista, portavoz del Ministerio de Industria, becaria?- Tal vez, sólo anuncia por revelación o conjetura lo que le dicen que quieren que ocurra. Su particular «bomba», dirigida en principio a la comunidad de Castilla-León, se titula: ¿Y después de la épica minera qué? «La batalla de los mineros terminó en eso, en batalla campal ante el Ministerio de Industria, convertido en un bunker y punta de lanza de la intransigencia presupuestaria del Gobierno central. ¿Y ahora qué? ¿qué van a hacer los mineros que tanta admiración han provocado a su paso por las carreteras y ciudades de media España?» La respuesta, en el texto, no tarda en llegar: «Van a volver a las cuencas mineras con las manos vacías […] Así que ahora a los mineros no les queda más remedio que enrocarse en su terreno, mantener el pulso, obligar a las empresas a presentar regulaciones de empleo, convertir la «Marcha Negra» en largas colas ante las oficinas del paro, abocar al cierre a decenas de comercios, bares y pequeñas y medianas empresas de las cuencas, disparar la lista de impago a proveedores y aumentar la morosidad de las cajas de ahorro implantadas en esas zonas porque a partir de ahora ningún minero va a pagar las cuotas de las hipoteca» La conclusión final, la sentencia, no tiene desperdicio: «Los mineros, convertidos en modelo a imitar por un sinfín de colectivos agraviados por las medidas económicas del Gobierno, tienen poco que perder y mucho que ganar. Todo es posible en un colectivo acorralado, derrotado, decepcionado, sin cobrar durante meses y sin futuro»
Pocos días después de la llegada a Madrid de la llamada «Marcha Negra», efectivamente, las calles empiezan a ser tomadas por las multitudes, ¿colectivos agraviados por las medidas económicas del Gobierno? Los medios de comunicación tradicionales se han quedado atrás. Internet plantea una situación nueva para la que los políticos o las empresas de comunicación no han encontrado respuesta satisfactoria. Frente a tanta violación de los Códigos de Ética periodística tampoco hay reacción. Las Asociaciones de la Prensa de España se limitan a denunciar la destrucción de empleo en el sector y a pedir ayudas públicas para las empresas. ¡Hasta aquí podíamos llegar! Parece que el conflicto del carbón entra en vías de solución y el futuro del único combustible fósil autóctono, antes o después, quedará despejado. Otras actividades, ruinosas económica y socialmente, se convertirán en oficios del pasado. Todo va muy rápido en los últimos tiempos.
Imagen: Periodismo Humano