Mario Bunge tenía razón. Dice que «conviene cultivar la fantasía, y esto no solo en los campos del arte, de la ciencia y de la técnica, sino también en la política, dominada por ideologías escleróticas. Para renovar nuestras sociedades necesitamos políticos con la imaginación de Borges o de un Einstein. No para escapar de los atroces problemas de la sociedad moderna, sino para abordarlos con tanta imaginación como información». Soy adicta a la «fantasía disciplinada».
Milito en la «tercera cultura», el puente entre comunidades de humanistas, literatos intelectuales ¿periodistas? y científicos. Estoy con Calder en que «si no eres capaz de explicar tu trabajo a tu abuela, en realidad no lo entiendes ni tú». Comparto con Charles Percy Snow que «todo depende de que la revolución científica se extienda por el mundo entero». Como él, admito una realidad «el hombre del Renacimiento ya no es posible. Pero podemos hacer algo»…
Por último un recuerdo para un hombre que hizo doblete en el Nobel, Linus Pauling. Defendía que «la única política sensata para el mundo es la de eliminar la guerra» ¡Paz!
Soy periodista desde que tengo uso de razón, creo.
Desarrollé mi carrera profesional en TVE. La creación y dirección de formatos de divulgación científica en la televisión pública española fue, además de apasionante, la prueba que necesitaba para confirmar la existencia de la «dictadura de la empresa» y descartar como pretexto, «la dictadura de la audiencia». La emisión de 2.mil, un programa de divulgación científica que crispó a más de un santón por el éxito de audiencia, es una evidencia irrefutable. La ciencia es muy contagiosa. Aventura y pasión. La gente se apunta.
¡El Mundo es un pañuelo!, querido lector.
Seguramente porque, entre tú y yo, sólo hay seis grados de separación, aquí nos hemos encontrado ¡Gracias!
El blog está dedicado a Agustín Santarúa, visionario y periodista. Mi padre y amigo.