El futuro de la minería del carbón se ha convertido en el “conflicto perfecto”. La negatividad, el filón de oro de la mayoría de los medios de comunicación, asoma a la superficie sin esfuerzo alguno, brota espontáneamente por las Cuencas a precio de saldo. Las ¿informaciones? condenatorias reducen a puro espectáculo un problema que compromete nuestro futuro energético, económico y social.
La profundidad y seriedad de lo que nos estamos jugando se traslada a la opinión pública con imágenes y datos que distorsionan la realidad. Políticos y periodistas “venden” terrorismo minero…Los “voladores” son, para algunos, “armas de destrucción masiva” y las jornadas de huelga y actos de protesta violencia incontrolada, “guerrilla minera”. Los unos y los otros faltan a la verdad y se olvidan de que la dinamita es una herramienta de trabajo en las minas, ¡ojo!
Con todo el despliegue mediático sale de foco la razón última de la protesta: ¿nos conviene acabar con el carbón? Más allá de las cuentas cortoplacistas de un Gobierno que ajusta o recorta sin explicar sus razones, con el carbón ha metido la pata y lo sabemos.
Ahora que los precios del carbón se fijan en la cuenca comercial del Pacífico, ahora que algunas dudas se han convertido en certezas sobre las nuevas posibilidades de este combustible fósil a nivel mundial- por cierto, de momento el único autóctono disponible en España- ahora que lo reconocemos como reserva estratégica, ahora que nuestros investigadores– sí, nuestros- obtienen resultados punteros y viables a escala industrial sobre captura de CO2, ahora un plan de crecimiento y seguridad energética vamos y lo enterramos.
Permítame, Ministro Soria, adelantarle una propuesta: Exigimos un debate en profundidad sobre ese Plan de Futuro que, como ciudadanos, nos corresponde. Dispone usted de especialistas altamente cualificados para que le informen, tiene recursos de la UE si hace bien los deberes. No entre al juego, por favor, del muerto encima de la mesa.
Por último: los que hemos vivido y sentido la mina de cerca, hemos aprendido a defender aquello en lo que creemos.
