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La Monarquía hispánica y la fabulosa “Empresa de China”

Hubo un momento en el que China estuvo a punto de ser española. Aquella zona de Asia Oriental era la última pieza que le faltaba a nuestro Rey para completar el proyecto de Estado en el que empeñó su vida: “La Monarquía Universal”. Felipe II pudo llegar a convertirse en el Señor absoluto del mundo. Japón era decidido aliado de España. No olvidemos que, en nuestros reinos, ya no se ponía el Sol…


Felipe II, retrato de Sofonisba Anguissola. Museo del Prado, Madrid

Pero una mano espiritual, intrigante e intereses que  incluían los terrenales de Roma, van a impedirlo: modificarán el destino de España y China. La Iglesia Católica no podía soportar a un Príncipe católico/castellano tan ubicuo, tan peligroso. El hijo de Carlos V, elegía Pontífices y definía la ortodoxia religiosa. El Papa se sentía incómodo, acosado…

Todo comenzó en Filipinas, las islas que acababan de cambiar el nombre de Lázaro por el del Rey Felipe ¡Aún hoy recuerdan al Prudente! El Monarca levantó, excepcionalmente, la prohibición de nuevas conquistas para apoderarse de aquellos remotos islotes -unos 7000- convencido de la riqueza minera (oro, plata y joyas) que guardaban y del valioso puente mercantil que nos tenderían con Asia. Felipe II inicia esta aventura, a mediados del siglo XVI, cuando estos territorios pertenecían, por el Tratado de Tordesillas, a Portugal. Nadie podía sospechar que, de todas formas, las Filipinas iban a ser suyas años más tarde, como legítimo Rey de Portugal.

En 1572, Miguel López de Legazpi, el navegante de Zumárraga, moría pobre, en Manila, después de firmar la paz y hacer la guerra con cientos de gobernantes nativos. La capacidad de adaptación al entorno político y cultural del vasco constituye una magistral lección de diplomacia. Legazpi desaparece sin saber que Felipe le había nombrado Gobernador Vitalicio y Capitán General de las Filipinas. Tampoco imaginó el conflicto que se iba a desatar poco después de completar la conquista.

En la década de 1580 se abrió un amplio y agrio debate sobre la legitimidad de la presencia de los castellanos en las Islas. Parecía la respuesta lógica a la grave crisis económica, social y religiosa que los españoles estaban provocando y padeciendo. La violenta irrupción de consumidores improductivos que, además de alimentarse pretendían extraer impuestos de una economía indígena basada en la subsistencia, reventó la frágil estabilidad de las islas. La discusión fue de máxima importancia para la evolución posterior del archipiélago y del propio Imperio español: Fijó las relaciones entre los indígenas, comendadores y religiosos y acabó con las aspiraciones de hegemonía castellana en Asia Oriental.
Ocurrió cuando la Monarquía Universal de Felipe II ya no era un sueño, sino un proyecto viable, al alcance de su mano real. Pero… algo importante se acordó en el Sínodo de Manila (1582)

Al hombre más poderoso del planeta le llegaban noticias inquietantes. A la Católica Majestad poco le dejaron disfrutar de las victorias obtenidas por Legazpi. Los colonos, enfrentados con el clero, amenazaron con abandonar el archipiélago. Los enviados espirituales de Felipe -el Rey había decidido crear una diócesis  en Filipinas al mando del obispo dominico Domingo de Salazar  y cuatro jesuitas, entre ellos Alonso Sánchez- luchaban por obtener el mayor provecho de la Monarquía hispana y de la religión católica, ajenos a las transformaciones políticas que se estaban produciendo en la Corte. 

Alonso Sánchez ve al Rey con un compañero, José de Acosta, para entregarle un memorial. Contenía las razones económico/religiosas por las que había que conquistar China para salvar el dominio español en aquellas regiones de Oriente. Apoderarse de un imperio bien organizado les permitiría establecer tributos abundantes y fáciles de recaudar a la vez que abría las puertas a la predicación y expansión del catolicismo en China. A Sánchez no se le olvidaba que el Papa “es el Señor absoluto del mundo” y que existía el peligro de que los musulmanes se adelantasen en la conquista de tan grande imperio. El documento estaba escrito en clave de política hispánica, pero en Roma se construía una realidad paralela a la que creía y sentía Felipe II. 

José Martínez Millán trata de tú -en términos de investigación- al Rey Prudente. Sus conocimientos sobre el reinado de la Católica Majestad fueron calificados de “revolucionarios” por la amplia Corte de historiadores inmovilistas que imbuidos por el  “complejo de español” prefieren dejar las cosas como están. Seguir reproduciendo la Leyenda negra, hablar de decadencia en el reinado de Felipe II o echar leña al fuego de la Inquisición es más rentable que encerrarse en los archivos de Simancas, La Casa de Indias o el propio Vaticano. Hacerlo supone reescribir la historia de la Edad Moderna. Martínez Millán y su equipo de investigadores han rastreado las pruebas documentales que, afortunadamente, éste Austria dejó en abundancia. Sólo tuvieron que interpretarlas, sin traumas, complejos o ideologías. El episodio China es, para ellos, un argumento que demuestra el temor de Roma hacia la Monarquía Hispánica, muy próxima a convertirse en Monarquía Universalis de la mano de Felipe II. Es, también, una fascinante y exótica historia verdadera salpicada de aventura, traición, fanatismo y conductas suicidas.

José Martínez Millán dirige el Instituto “La Corte en Europa” (IULCE), de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

«Dánae recibiendo la lluvia de oro». Tiziano (1553) para Felipe II, colección «poesías». Museo del Prado, Madrid

Otros Institutos de La Corte en Europa que se han sumado al IULCE:

EUROPA DELLE CORTI. Centro studi sulle società di Antico regime
THE SOCIETY OF COURT STUDIES
La Cour de France
Centre de Recherche du Château de Versailles
Institut für Geschichte
Österreichischen Akademie der Wissenschaften

Periodista Trabajos Divulgación Científica: "2.mil" (TVE), "Tiempo del Sistema Solar" (TVE), "Nos vemos en Marte" , "Magistrales"

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