En una cadena de televisión nacional generalista, acabo de ver y escuchar que una vecina de Lorca, nada mas ser sacada de los escombros de su vivienda, “se encuentra bien, pero está asustada”. Semejante afirmación, por obvia y estúpida, no merece comentario alguno.
Un reportero, seguramente bien intencionado, se convierte en héroe porque graba, en directo, la caída de una “santísima” campana.
La supuesta fuerza de las imágenes que dejó un sismo, de magnitud 5,1, apoyan la idea de catástrofe nacional. La temblorosa cifra de muertos- de momento, nueve- acredita, según los medios de comunicación, el apocalíptico episodio de Lorca.
La Ministra de Defensa se apresura y activa, de forma urgente, la Unidad de Emergencia y la de escombros. En total unos 150 efectivos. Este hecho, entiendo que rutinario, también se convierte en noticia.
En muy pocas horas, periodistas y políticos, nos han preparado un nuevo cóctel de excelentes propiedades narcóticas.
¿Qué nos está pasando?
Un interesante y novedoso trabajo de investigación de Pedro Herranz Araújo y Juan Carlos Gutiérrez Marco, geólogos, con una visión crítica, puede ayudarnos a entender y gestionar los desastres naturales.
Los dos historiadores de la Tierra comienzan por distinguir los tipos de riesgos que se ciernen sobre el planeta: “A grandes rasgos se agrupan en tres categorías: naturales, antrópicos e inducidos, siendo el tercero una variante, por agravamiento o desencadenamiento, de cualquiera de los tipos reunidos en las categorías anteriores. Por su parte, los riesgos naturales pueden ser de tipo extraterrestre (radiaciones, caída de meteoritos, perturbaciones por otros campos gravitatorios) o terrestre (con factores biológicos, geológicos y atmosféricos muy impactantes: plagas, epidemias, volcanes, sismos, movimientos del terreno, huracanes, lluvias torrenciales, etcétera). Por último, los riesgos antrópicos son de los tipos tecnológico (afectando a transportes o instalaciones), financiero (inversiones, proyectos, crisis generalizadas) o social (guerras, revoluciones)”
Lorca sufre una cadena de sismos que alcanzan, de momento, una magnitud máxima de 5,1. Nos encontramos, pues, ante un desastre natural de pequeña/ media intensidad que evidencia la precariedad, ¿negligencia?, de la conducta humana ¿riesgo antrópico?
“Las últimas catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, deslizamientos de tierra) son hechos incontestables, pero nuestro análisis de los mismos está distorsionado por la avalancha de información (y desinformación) que ha generado el proceso del “cambio climático”. Quienes han cargado las tintas en acusar a la actividad humana como culpable única de este cambio, han propiciado que –por extrapolación- muchos se pregunten si no seremos culpables también del incremento de otros procesos catastróficos ligados a la dinámica interna del planeta”
Herranz y Gutiérrez, se fijan en un aspecto que nos interesa de forma especial: “ Observación de los hechos: entre cualquier suceso objetivo y los conceptos derivados del mismo media un observador, apoyado o no por instrumental
variado. El antiquísimo problema filosófico del paso realidad-percepción-conocimiento, presenta aquí unas facetas determinantes, que lindan con el subjetivismo más puro. No se observa y analiza una situación con el mismo rigor y objetividad cuando se está en calidad de espectador, que cuando se es su víctima real o potencial: en un desastre colectivo, cada superviviente contará su experiencia dramática concreta, personalizada por su carácter, cultura, idiosincrasia, etcétera. El procesado mediático y político de unas muestras aleatorias de estos testimonios, junto con otros datos objetivos, nos dará versiones diferentes y distorsionadas de la misma catástrofe. En el actual mercado de la información global, hay fallos que afectan seriamente a la prevención y gestión de desastres naturales. Nos referimos a que se sacrifica el rigor a la rapidez dando información equivocada; a que se establecen ideas simplistas de obligada aceptación (tópicos); y a que, lo que hoy es primera plana, mañana se olvida y pronto se interpreta como que “ya está todo arreglado”. Lo ocurrido con el huracán Katrina en el sur de Estados Unidos (antes, durante y después) es un ejemplo a estudiar” […] En cuanto a la respuesta de los poderes públicos y de los ciudadanos
particulares, ensayemos un enfoque obvio. Ante cualquier probable
(incluso tan sólo posible) desastre natural, parece claro que deberían desarrollarse las siguientes etapas de actuación, por orden cronológico:
– Previsión: ¿Puede ocurrir? ¿Ha ocurrido otras veces?
– Predicción: científica, instrumental (diferente para cada riesgo).
– Prevención: para paliar los efectos. Alerta y preparación de medios.
– Actuación: cuando el desastre ocurre (fuerte carga de improvisación).
– Mitigación: centrada en los efectos sobrevenidos y en riesgos nuevos…
– Prevención: utilizando la amarga experiencia adquirida, para gestionar
posibles nuevos casos”
En España, la proximidad en el tiempo de la última doble catástrofe de Japón, hizo perder la cabeza a políticos y periodistas. Nuestra “percha” es aquella tragedia. La distorsión de la realidad está servida: la vecina de Lorca asustada, la “santísima” campana, la Ministra de la Guerra, los campamentos, los potitos para los niños, las mantas para el frío en plena primavera murciana…todo como allí, pero mejor.
El final del trabajo de investigación de Herranz y Gutiérrez nos ayuda a seguir viviendo: “en el terreno de la seguridad, hay demasiadas costumbres erróneas que aceptamos sin crítica y sin análisis. Como narraba un veterano dicho apócrifo: “si un extraterrestre viera que utilizamos carreteras de doble sentido, en las que coches guiados manualmente se cruzan a alta velocidad con sólo unos centímetros de margen de error (y esto millones de veces cada día)… ¡pensaría que estamos locos de remate!”. Aceptamos, por tanto, el permanente riesgo de vivir”.
Por cierto: la Tierra tiene la costumbre de temblar todos los días.
Un país desarmada frente a los seísmos
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Nuestra cotidianidad nos reclama sensaciones sorprendentes. Pobre gente la de Lorca! Ha sido una buena razón para exacerbar nuestra inutilidad para crear espacios de razón y concordia, de superación y prodigios. Tomamos entonces un sismo medio, monstruoso para los muertos, sencillo para los lejanos, y lo convertimos en primera plana. Vino bien la coincidencia con una remota predicción de hecatombe en Roma para el día de Lorca. Casas más, casas menos, Lorca no es Roma, pero también sirve para la bajada del titular. Lorca no fue Roma, pero sus muertos sí lo son.